¿DEBILIDAD DE ETA?

Tras la ruptura de la tregua, las cosas se han puesto difíciles para ETA. En primer lugar, resulta innegable que la sociedad atribuye a ETA el fracaso de la última tentativa de paz. En segundo lugar, abierta la confrontación, se ha desplegado una gran ofensiva antiterrorista en todos los frentes. Y en tercer lugar, la misma ETA es consciente de que la concurrencia de ambos factores (el desafecto social y el acosamiento antiterrorista) estrecha su repertorio de opciones estratégicas, tanto en el aspecto político como en el operativo.

Lejos de ceder, la organización terrorista ha acomodado su estrategia a esta nueva situación de cerco. La declaración publicada por ETA la pasada semana nos muestra con claridad que la organización terrorista vuelve a un esquema que se corresponde con un ciclo de defensa estratégica. En primer lugar, de acuerdo con el principio maoísta, ‘cuando el enemigo avanza, nosotros retrocedemos’, ETA procede hoy a replegarse sobre sí misma al abrigo del suelo más seguro. Suturar las brechas internas, aglutinar la infraestructura de apoyo, aunque reduciendo el frente de choque y abandonando espacio ante el progreso del enemigo. Y procede así a ganar tiempo. Cuestión que no es en absoluto vana: cuando ETA gana tiempo, son sus enemigos los que lo pierden.

A esta determinación estratégica se amoldan el discurso y las acciones del mundo de ETA. El discurso busca cohesionar, blindar, cerrar fisuras en sus filas. Para ello, se fortifica tras una retórica de tono totalitario, irreductible, inconciliable, aunque muy sensible para la cultura de la base de apoyo a la que se repliega. Este lenguaje busca estimular la reacción frente a una situación de emergencia, cuya evolución inmediata se pinta como espantosa. ETA se auto-identifica con el pueblo vasco, la acción armada es autodefensa frente a la agresión y ante la dictadura global capitalista,… ‘Los demás, todos ellos son enemigos’, es la norma en la fase de retirada estratégica. El tiempo de la paz ha quedado atrás, ahora toca resistir. Las acciones, por su parte, persiguen mostrar la capacidad de resistencia del terrorismo y demostrar a sus enemigos el tremendo coste que van a contraer de persistir en su intento de derrotar al MLNV.

En este contexto, sobrevivirán determinadas plataformas que, al estilo de Nazio Eztabaidagunea, funcionan como reclamo, porque se espera de ellas mejores prestaciones como puntal de contra-ofensiva (es decir, ‘cuando el enemigo acampa, lo hostigamos’). Pero, en un momento de repliegue, la clave principal no reside en la capacidad de interrelacionarse con fuerzas periféricas más o menos receptivas, pero fluctuantes. La citada clave se sitúa, al contrario, en la solidez de la ‘infrapolítica’, en la solvencia de una infraestructura de apoyo, que puede ser agitada y movilizada como barrera infranqueable, inasequible al abandono de la lucha.

En lo que a las acciones terroristas se refiere, parece claro que en esta fase defensiva éstas se desarrollarán aquí, cerca de su entorno más resistente. ETA realizará acciones tremendas que pondrán a prueba el nivel de afecto a la causa de su base de apoyo, pero está resuelta a enseñar los dientes y a no ceder.

ETA es ‘bietan jarrai’. Su obsesión es continuar. Aunque, no se trata de continuar por inercia, por pura incapacidad de poner fin a la espiral de violencia. Continuar en las dos, significa no abandonar, no rendirse, continuar alimentando el conflicto mediante sus dos brazos, político y militar. El repliegue, sin duda, es consecuencia de un debilitamiento. Pero, no nos engañemos, es una debilidad de la que la organización terrorista tiene plena conciencia y ante la que reacciona estratégicamente. No estamos, pues, ante el umbral de la renuncia o el desistimiento. El repliegue anticipa la contraofensiva, ya que un comportamiento defensivo combina ambos movimientos. Cuando la acometida del Estado supere, en términos de Clausewitz, su punto culminante de victoria, ETA confía en abrir de nuevo una fase de ofensiva que llevaría al Estado a sentarse de nuevo –‘les haremos sentarse otra vez’- con la organización.

ETA mata y destruye. Por eso, ‘ETA es el mayor enemigo, el obstáculo más grande para que el pueblo vasco haga su camino’, tal y como expresó el lehendakari Ibarretxe. Es el mayor enemigo para que Euskadi desarrolle una política democrática que gire en torno a la materialización de su voluntad. Es enemigo para el progreso de la cohesión en la sociedad vasca. Es enemigo del que debemos defendernos y al que rechazamos en sus medios y en sus fines. Conviene no olvidarlo. A la vista de las nuevas elecciones vascas, la frontera política principal deberá establecerse en el lugar de siempre: el posicionamiento ético y político contra ETA.

Conviene no olvidar que ETA concibe sus acciones terroristas en el marco de una ‘guerra popular prolongada’. El fin de ETA requerirá, por tanto, una gestión competente del tiempo, un planteamiento de seguridad pública eficaz y una apuesta permanente por la supremacía de la voluntad popular frente a la espiral de violencia. Pretender que esta espiral se vaya a resolver en un acto de negociación política con sus dirigentes, de una sentada, es despreciar el factor cuya presencia alimenta y cuya ausencia debilita su estrategia revolucionaria: el apoyo popular. ETA engorda con la separación entre la sociedad y las instituciones y se debilita ante el acierto de éstas en la integración popular. Integración popular que no depende necesariamente de la solemnidad de negociaciones en Argel o Ginebra, sino sobre todo del acierto que consiga la política [específicamente la política vasca] en la gestión, canalizando el consentimiento popular, del espacio y tiempo cotidianos, de la libertad, de la solidaridad y la felicidad de nuestros hombres y mujeres, de nuestras familias. Del acierto, en definitiva, en la gestión del presente y el futuro de nuestras empresas, de nuestras instituciones, de nuestro pueblo.

Joxan Rekondo Sanz (Portavoz de Eusko Alkartasuna en las Juntas Generales de Gipuzkoa)

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