Ante la emergencia nacional, ¿acción cooperativa o huelga general?
Estos días pasados hemos conocido la respuesta que ha dado Bermeo ante una inesperada situación de emergencia grave. Al despliegue del espíritu de lucha que ha mostrado el pueblo vizcaíno y la demostración de su voluntad colectiva de superar el drama se le ha llamado ‘espíritu de Bermeo’ , que se ha reflejado en la eficaz asociación entre las instituciones públicas y el montón de vecinos movilizados.
Ante semejantes circunstancias fatales, la reacción de los servicios públicos suele mostrarse débil y limitada si no cuenta con la cooperación activa de la sociedad. Por eso, la respuesta a los sucesos críticos, o a las situaciones de emergencia, revelan la calidad de la cultura cívica e institucional de las sociedades que los sufren. Siendo así, se puede concluir que el ánimo cooperativo que los bermeanos han manifestado ante el incendio ilustra la vigencia moderna del auzolan.
Pero, esta conclusión no es extrapolable a otros ámbitos. Por ejemplo, mientras el lehendakari Urkullu pide extender ese ‘espíritu de Bermeo’ para afrontar la emergencia económica nacional, los sindicatos ELA y LAB y un rosario largo de organismos sociales responden con una llamada a la huelga para el próximo 30 de mayo. Con la convocatoria, dicen buscar “un cambio en las políticas públicas y un nuevo modelo económico”.
La decisión de parar la actividad económica siempre es grave, pero lo es mucho más cuando cientos de empresas vascas se encuentran al borde del cierre. En Euskadi, para más inri, las huelgas se hacen a pares. Y todas las huelgas generales que han convocado los sindicatos en los años de crisis han sido contra las políticas públicas.
Desde luego, el interés de los sindicatos está focalizado en el sector público, mucho más que con las amenazas que se ciernen sobre las condiciones del empleo en las empresas privadas. Es decir, en julio se va a producir la desactivación de casi medio millar de convenios laborales, dejando a cientos de miles de trabajadores vascos en una situación de desregulación laboral. La paradoja es evidente. En relación con el empleo privado, el público mantiene una estabilidad envidiable. Pero, aunque el motivo de la huelga del 30-M sean las políticas públicas, la mayoría de los trabajadores llamados a movilizarse ese día están empleados en un sector privado en grave riesgo a corto plazo.
Efectivamente, la idea que quieren impulsar los convocantes es la de influir para cambiar las políticas públicas. Necesitaríamos saber si la frase de Adolfo Muñoz, “las huelgas generales cambian gobiernos”, puede explicarse en ese marco. Pero, mientras se rechace sistemáticamente, como está haciendo ELA hasta ahora, intervenir e influir en los foros de la gobernanza socio-económica no cabe esperar que las políticas públicas incluyan el punto de vista que el sindicato de Muñoz quiere transmitir. Si cree éste que su presencia en dichas instituciones sólo legitima las políticas del capital, debe tener muy poca confianza en la fortaleza de sus propias convicciones sindicales.
Otra cosa es que lo que parecen querer los principales convocantes del 30-M. Desde una posición de ‘contrapoder’, aprovechar la crisis para agitar la calle sin comprometerse en la acción constructiva, acogotando el margen de maniobra institucional y buscando socavar el liderazgo cabal de un Gobierno Vasco recién elegido. El contexto crítico que vivimos, dice LAB, es idóneo para acelerar la construcción del Estado socialista. Una meta social (-ista del siglo XXI) para un futuro indeterminado (cuyo curso está en manos de la vanguardia orgánica que maneja los resortes de ese ‘contrapoder de masas’), que de hecho lo que está impidiendo es la acción social cooperativa que es urgente hoy mismo.
Lo social, no cabe duda, puede articularse desde la protesta. La lógica que corresponde a ésta se desenvuelve conforme a este criterio: primero, derribarlo todo y luego construir desde cero. Sin embargo, “no es malo todo lo que existe… y construir es siempre más elegante y efectivo”. Las frases son de un acreditado referente del cambio social, José María Arizmendiarrieta.
En sintonía con la experiencia que activó este gran hombre, si ese gran potencial de movilización que las centrales sindicales vascas van a mostrar de nuevo el 30-M se aplicara, en asociación con nuestras instituciones y emprendedores, a la cooperación con el fin de abordar (desde cada empresa) la reconstrucción económica, lo más probable es que recuperáramos la prosperidad con rapidez. Y esta experiencia participativa y cooperativa, que llevaría el sello indeleble del esfuerzo colectivo, acentuaría el carácter social del modelo económico resultante, debiendo comprometerse éste con el servicio a todas las personas y comunidades vascas.
Joxan Rekondo
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